viernes, 8 de abril de 2011

La literatura infantil. Ese problemita, dice franco


   Al trabajar con chicos en el campo teatral he podido confirmar aquella expresión que suele repetirse en las clases de teatro de adultos:”actuar es volver a jugar como cuando éramos chicos”.
  Nos exigimos entonces volver a un estado donde el juego tomaba tono de verdad. Jugamos de verdad, somos el héroe o el malo sinceramente. Una verdad que es tal dentro de la ficción que nos proponemos representar. El tema es que cuando niños no respetamos muchas convenciones, entre otras cosas porque no las conocemos, o bien porque modificar la mirada que poseemos de nuestro entorno es parte del juego. De esa manera pintamos el pasto de violeta muy felizmente hasta que nos corrigen, y nos aseguran que todos los pastos son verdes. Sin embargo Huidobro, Vicente  en su texto “Arte poética”  les pide a los escritores ser dioses de ese universo que están creando y si desean que el pasto sea rojo, que así sea.


"Arte poética"(de El espejo de agua, 1916)
Que el verso sea como una llave
Que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
Cuanto miren los ojos creado sea,
Y el alma del oyente quede temblando.

Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
El adjetivo, cuando no da vida, mata.

Estamos en el ciclo de los nervios.
El músculo cuelga,
Como recuerdo, en los museos;
Mas no por eso tenemos menos fuerza:
El vigor verdadero
Reside en la cabeza.

Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas!
Hacedla florecer en el poema;

Sólo para nosotros
Viven todas las cosas bajo el Sol.
 

*    El Poeta es un pequeño Dios.




Desde esta mirada es que puedo coincidir con la definición de Joel Franz Rosell que dice: “No es la temática lo que diferencia a la literatura infantil de la reservada a consumo adulto, es el tratamiento. Pero este tratamiento (de las formas y no solo de los temas) no debe ser visto como el sometimiento del autor a las limitaciones de comprensión de determinado destinatario, sino como el aprovechamiento de las potencialidades expresivas de ese receptor, que no es un adulto en miniatura o en constitución sino que posee maneras propias de interpretar y representar el mundo en que convivimos grandes y chicos”
Este problemita, de la literatura infantil es en realidad el problema de la mirada que el adulto tiene del mundo y que intenta transmitir de un modo literal al niño. Pero coincido en que las miradas, así como las realidades conviven y necesitan desarrollarse, la literatura encuentra su mejor manifestación cuando logra provocar un impulso en el otro, en ese receptor que decodifica a su modo lo que el emisor le dice. Trabajar sobre la potencialidad expresiva del receptor es integrarlo a un juego dinámico y cambiante. Y permitir que dragones circulen por la calle Corrientes mientras manejamos nuestro auto es convenir que nuestro niño interior tiene mucho que enseñarnos, y que los chicos que nos leen también.



[1] Huidobro, Vicente. “Poemas artísticos y otras alquimias” Biblioteca Virtual Beat 57, pág. 53.

daiana escribe en la calle

Cuando era muy chica conocí a “Ami el niño de las Estrellas”, me lo presento “Madrina” que en ese momento me regalaba muchos cigarros de chocolote también.
Mientras más sabia de “Ami”, menos me gustaba. El me explicaba cosas que yo consideraba mentiras, entonces me decidí y lo abandone en una estrella muy lejana, que no puede verse en el mapa, pero que esta ahí. Desilusionada por “el mentiroso”, me enoje y no quería escuchar a nadie. De a poco fui escondiéndome dentro de mi casa, el lugar donde nadie podía verme. Allí no estaba sola, en cada habitación había historias esperándome, que hoy puedo decir forman parte de mi propia historia. En un principio, me decían que estudie en mi pieza por horas diciéndome que de esa manera “seria alguien”. ¿No era nadie? Montones de serios que poco me importaban, estaban inmóviles con su vista en mí. Para no ser irrespetuosa siempre me acercaba a alguno: “David Copperfield” fue el primero que conocí, le habían pasado demasiadas tragedias al pobre. Al lado sentado se encontraba “El principito” niño rubio y melancólico que viajo por el Universo (el también conoció a Ami y tampoco le cayo bien). Pasaba un rato y estaba rodeada de seres uno más raro que el otro y con vidas llenas de aventura. “Harry Potter y su piedra filosofal”, “Condorito”, “Tom Sawyer” y “Alicia en el País de las Maravillas”. En esa habitación crecí divertida de conocer tantos mundos y a la vez alejada del mió. Ya en la secundaria haber conocido a “Facundo” me amplio la visión, recuerdo que el patio en esos años era mi lugar para leer y enterarme por ejemplo de “Anna Frank” y también de lo que fue el holocausto. Crecería mi lectura a partir de entonces. “Cien años de Soledad” en Macondo graficaría para mi la explotación bananera en Colombia y así alimentaría mi curiosidad política. “La curiosidad” es un bicho que escarba profundamente generando una ansiedad crónica por la información y la verdad. Tuve que devorarme libros de Lenin, Marx y Engels entre otros. La biblioteca comunista era envidiable, muy bonita, pero pronto se lleno de polvo y la coloque en el segundo piso de la casa, que no era habitado por nadie.
Cansada de la política “Sobre héroes y tumbas” me regalaba una lectura literaria que extrañaba, a ese compañero lo arrastre por toda la casa desde el pasillo de entrada hasta el patio, crucé las habitaciones conectadas hasta la cocina y también fue conmigo al baño varias veces. Me requería mucha atención leer una novela tan compleja, me hablaba de la vida de “caudillos y gauchos” y pasaba a contarme del amorío de dos pibes en las calles de Capital Federal. Lo leí dos veces y fue el primer libro que quise desnudar hasta el esqueleto, su composición ocupaba horas de mi razonamiento. La información por la cual mi “curiosidad” estaba hambrienta ahora, era la cuestión nacional. De libro en libro quería pasar, tenia que averiguar que significaba eso. “La revolución permanente” y “Las venas abiertas de América Latina, me esclarecieron en parte la visión. Pero finalmente fueron los libros como “Peronistas revolucionarios” y “No dejes que te la cuenten” los que me acercaron a la realidad de mi Pueblo. Fue en una de esas lecturas cuando me pare de la silla en la que estaba sentada, muy tranquila y camine hacia el pasillo de la puerta de calle. Abrí esa puerta y salí. Deje a todas esas “partes” desordenadas por la casa, no me importa porque se que igual están ahí, puedo leer mi mapa y recorrer por esos caminos. No me importa porque en la calle se están escribiendo más libros y yo también escribo (Junto a los demás).



las islas-libro de daniela

Mi mapa, recorrido del mundo a través de la lectura, hubiera querido parecerse al mar de fueguitos que propone Galeano en el Libro de los Abrazos. Pero mi mapa, recorrido del mundo, es un sinsentido de lecturas que llegaron a mí en distintas etapas de mi vida. Dailan Kifki, Cocori, Cuentos de la Selva, Chiquirriqui, Socorro X, Cuentos populares de la Revolución Cubana, Mafalda… Mi infancia así estuvo signada por un poco de ficción, realismo mágico, una pizca de terror y adrenalina en la panza. Después vino Otroso, Caídos del mapa. Inmediatamente Poe, mitología griega (¡me fascinaba!), Doyle. Se me vienen a la mente muchísimos autores e historias, títulos que considero harían imposible la tarea cartográfica.

El recuerdo más nítido que llevo en la memoria data de mis dieciocho años cuando Una sombra ya pronto serás asomó de la biblioteca de mi casa. Un poco empolvada, me atrajo su tapa arrugada, y sus hojas que sin abrirlas, se revelaban amarillentas.

Lo primero que leí fue una frase de Ítalo Calvino donde mencionaba que desde hacía un tiempo todo le salía torcido, y como yo para esa época recién estaba empezando a “destorcerme”, decidí quedarme con el libro. Cansada de llevarme puesta me aventuré a comenzar la lectura. Claro que este no era el primer libro que agarraba en mi vida, la diferencia estaba en que tenía plena conciencia de lo que allí se narraba. Antes buscaba en la literatura algo, un algo que permitiera que las fronteras se borren y que a la vuelta de la esquina me pudiera encontrar con un Principito como anfitrión de algún país desconocido debatiendo con el oso de las cañerías por qué, a pesar de los siglos, las flores siguen produciendo espinas que no les sirven para nada.

Entonces, en mi mapa hay accidentes varios, laberintos infinitos. Los que viene, los que se van, los que se quedan. Los sueños por cumplir o ya destrozados. Seres en busca de un destino, pasajeros de rutas desiertas, trenes que nunca llegan, barcos que jamás embarcan. Y yo, a través de este mapa, logro desvelarme y revelarme en cada isla-libro que habito