lunes, 28 de marzo de 2011

un regalo de la abuela verónica


Mi querida Ailín:

Esperé mucho tiempo para regalarte esto. Quiero que sepas de su existencia, así podés decidir si usarlo o no. Te preguntarás: ¿Un mapa? 

Sí, pero un mapa distinto porque no todos lo leen igual, ni recorren estas islas en el mismo orden, ni se traen los mismos recuerdos de esos viajes. Podés empezar y terminar el viaje por donde quieras y cuando quieras. Y tengo la certeza de que está incompleto, de que hay regiones que aquí no figuran, que yo no he conocido, pero que quizás vos puedas conocer.

Hace muchos años empecé por acá, por el norte. “Mujercitas”, “Cenicienta”, “Blanca nieves”. Eran de las chicas llamadas correctas, tanto, que a veces quería parecerme a ellas (nunca lo logré) Aunque en esa isla convivían con chicas y chicos no tan correctos,  como los de “Alicia en el país de las maravillas”, “Las aventuras de Tom Sawyer”, “La historia interminable” Todos fueron buenos compañeros para comenzar el viaje

Después me fueron llevando por el archipiélago que vas a ver a tu izquierda. Islas más pequeñas en las que pasé breves temporadas, siempre guiada por mis maestros y profesores: “Cuentos de la selva”, “El principito”, “Juan Salvador Gaviota”, “Platero y yo”, “Shunko”, “Niñez en Catamarca”. Conocí distintas realidades, otras formas de vivir, de pensar.

En la isla central, me confundieron, me “abrieron la cabeza”, puedo decirte que no volví a leer como antes. “Cien años de soledad”, “Rayuela”. Me crearon una adicción, todavía los leo y releo y siempre termino haciendo referencia a ellos.

Cuando tenía ganas de vivir aventuras recorría la isla que se encuentra en el NE; Sandokán, fue uno de mis compañeros, con Phileas Fogg di “La vuelta al mundo en 80 días” y con Jim Hawkins visité “La isla del tesoro”

Recorrí los pequeños islotes de sur. Ahí descubrí personajes que todos nombran pero que casi nadie conoce bien: Frankenstein, Drácula, Dr Jekyll y Mr Hyde, Dorian Gray; creo que los conocí mejor, que pude comprenderlos y, en algunos momentos, me apené por ellos.

Si la visitás alguna vez, te vas a dar cuenta de que hay una isla donde el amor se vive con sus luces y sus sombras, con su alegría y su tristeza, con su dulzura y su crueldad. “El amor en los tiempos del cólera”, “20 poemas de amor y una canción desesperada”, “Cumbres borrascosas”, “Romeo y Julieta”. Llevá pañuelos…

Hay, al oeste, dos islas enfrentadas. En una de ellas pude conocer el pasado. Cabalgué con Don Quijote, navegué en “La odisea”, compartí riquezas ajenas con “Robin Hood”, me subí a caballos alados, tomé pócimas, enfrenté dragones. Pero después de tanto “ayer” me dieron ganas de conocer el “mañana” y crucé a la otra isla. No pienses que me esperaba un lecho de rosas, todo me pareció frío, inhumano; tan asombroso, pero tan posible que daba escalofríos. “La naranja mecánica”, “1984”, “Un mundo feliz”, “Fahrenheit 451” me aclararon muchas cosas…y tuve miedo.

Y si hablamos de miedo, de intriga, de suspenso no se puede dejar de recorrer la isla que está más al norte. “La casa del juez”, “Los crímenes de la calle Morgue”, “Los diez negritos”, “El sabueso de los Baskerville”, “Otra vuelta de tuerca”, “Rosaura a las diez”. Hay que recorrerla con sospecha, con la mente abierta y activa, a veces con papel en mano para anotar los detalles. Un consejo: si vas a competir con Poirot o con Holmes, no te olvides la suspicacia.

Cuando tenía ganas de sentirme en un lugar “propio” visitaba la isla más austral. “Boquitas pintadas”, “Sobre héroes y tumbas”, “El beso de la mujer araña”, “El juguete rabioso”, “El aleph”, “Final del juego”. A veces reconocía calles, costumbres, personajes… y eso me gustaba.

Me gustaría que recorrieras estas tierras, yo lo hago una y otra vez y siempre me parecen distintas. Creo que en unas semanas, voy a comenzar un nuevo viaje hasta esas islas, acompañada por gente que no conozco. Estoy segura que vamos a desembarcar en algunas ya visitadas, pero lo que más me entusiasma es que vamos a descubrir nuevas tierras. Además pareciera que  cuando uno visita acompañado estos lugares, los conoce mejor.

Últimos comentarios: el viento que ves sobre la derecha está porque a veces se necesita un empujoncito para empezar, o seguir, el recorrido por las islas. Y la rosa de los vientos, no sé, si querés borrala, que no te digan qué dirección seguir, andá por donde quieras, lo que sí te recomiendo es que no te pierdas este viaje.

Besos y abrazos
Tu abuela Verónica

domingo, 20 de marzo de 2011

Mapas/planos del 17 de febrero de 2011- Encuentro de lectura




Varios mapas/planos de los que escribieron, contemplan la posibilidad de que esos textos sean hallados por alguien que los lee. Hago efectiva esa posibilidad. Los leo. Y los recorto y reorganizo. Y acá se los devuelvo e imagino, como ustedes, que alguien encontrará este texto y lo leerá. 

En “Escribir la lectura” Roland Barthes (1976) organiza una tipología de placeres de lectura. Nos dice: 

¿es que existen, acaso, diferentes placeres de la lectura?, ¿es posible una tipología de estos placeres? Me parece a mí que, en todo caso y por lo menos, hay tres tipos de placer de la lectura o, para ser más preciso, tres vías por las que la Imagen de lectura puede aprisionar al sujeto leyente.
En el primer tipo, el lector tiene una relación fetichista con el texto leído: extrae placer de las palabras, de ciertas combinaciones de palabras; en el texto se dibujan playas e islas en cuya fascinación se abisma, se pierde, el sujeto-lector: éste sería un tipo de lectura metafórica o poética; para degustar este placer, ¿es necesario un largo cultivo de la lengua? No está tan claro: hasta el niño pequeño, durante la etapa del balbuceo, conoce el erotismo del lenguaje, práctica oral y sonora que se presenta a la pulsión.”

De este lector/a nos hablan los textos de Silvia:

El día que arribé al vasto territorio de las palabras, este me pareció inmenso, inasible, lejano. Aún hoy tengo la sensación de que estas tierras guardan tras sus árboles y montañas, en sus llanuras y lagos secretos inconmensurables. De la misma que aquellos días lejanos de la infancia, siento la irrefrenable necesidad una y otra vez de este viaje. No dudo un instante, aunque por momentos el paisaje es árido o espinoso, sigo, 

de Francisco:

La vida es sueño me encontró cursando el secundario, descubrí otra forma de contar, una relación entre la historia, la metáfora, la rima, los sentimientos que también eran , de a ratos, los mismos que me mostró por primera vez un texto como un campo de posibilidades, como un lugar donde pasaban cosas además de la trama, 

de Guillermo

Atravesando el vestíbulo te vas a topar con ejemplares de autores como Manuel Puig, Rodolfo Walsh, José Bianco, Borges, Silvina Ocampo (mi cuentista favorita), Cortázar, Shakespeare y García Márquez entre otros. Esas historias son las que leo por placer. Esos autores son los que me hacen pensar permanentemente en la literatura como un discurso que me atrapa, me seduce todo el tiempo. Allí voy a leerlos y releerlos, y aunque no tenga tiempo (me lo invento), 

de Marcela

Hasta que llegó el que me conmovería definitivamente y lo ubico en la Rosa de los Vientos. Cien años de soledad de García Márquez que me dio una manera diferente de sentir la realidad literaria, 

 de Fernando

Dentro del hermetismo de los dormitorios sitúo a esos dos poetas derrumbaparedes como son Antonin Artaud y Oliverio Girondo, que me llevaron por distintos rumbos en paredes derrumbadas como si fueran alfombras voladoras.

El segundo tipo de lector se sitúa en el extremo opuesto, - nos sigue diciendo Barthes- 

el lector se siente como arrastrado hacia delante a lo largo del libro por una fuerza que, de manera más o menos disfrazada, pertenece siempre al orden del suspenso: el libro se va anulando poco a poco, y es en este desgaste impaciente y apresurado en donde reside el placer; por supuesto, se trata principalmente del placer metonímico de toda narración, y no olvidemos que el propio saber o la idea pueden estar narrados, sometidos a un movimiento con suspenso; y como este placer está visiblemente ligado a la vigilancia de lo que ocurre y al develamiento de lo que esconde.

Allí la encontramos a Melisa, escondiéndose de su madre en un pasillo:

María es un libro que me llegó al corazón, me emocioné de una manera increíble. Cuando leí María tenía ocho años y lo leí en el pasillo de mi casa, cuando mi mamá me buscaba por haber hecho una travesura.

Claro que hay otros regímenes de lectura (que quizás combinan estas dos categorías (y dejamos la tercera categoría de Barthes en reposo por un momento)e inventan otras). Nos dice Michel de Certeau (2000)

Muy lejos de ser escritores, fundadores de un lugar propio, herederos de labriegos de antaño pero sobre el suelo del lenguaje, cavadores de pozos y constructores de casas, los lectores son viajeros: circulan sobre las tierras del prójimo, nómadas que cazan furtivamente a través de los campos que no han escrito, que roban los bienes de Egipto para disfrutarlos.

En su texto Guillermo nos cuenta de estos viajes y de cómo la lectura lo constituye personalmente, 

No sé cómo ese plano llegó a mis manos, ni tampoco el motivo por qué aún lo conservo. Lo extraño y curioso del mismo son sus ambientes, que más allá de dirimir sus límites me inducen a rememorar épocas, experimentar estados de ánimo y mostrarme que sin o prestamos atención y hacemos un análisis del ambiente, posiblemente solo sea un cuatro más de la casa del que, por no prestarle atención a sus detalles, no se logre percibir lo acogedor que puede llegar a ser. Para mí las épocas y sentimientos son códigos que solo la persona que creó este plano entenderá.

tan personalmente como a Damián, 

A simple vista esta isla se separa en distintos departamentos que no tienen nada que ver unos con otros, 

a Micaela, 

A quien encuentre el mapa de mi vieja casa solo me resta decirle que habrá encontrado también una forma de conocerme. Caminando por sus pasillos, encontrará distintas áreas de libros que se han topado en mi camino y se han convertido en mis fieles amigos, 

o a Marcos, que nos provee en su texto de “Instrucciones para no perderse dentro de la tierra de Marcos” o a Leandro que no duda en ordenar azarosamente lecturas de lo más diversas que van y vienen como en una cinta de Moebius

Libros que me ayudaban a dormir tranquilo, a abstraerme: Harry Potter y su saga, The client, Frankenstein y Hamlet. Sí, me gustaba Hamlet y quizás era porque era distinto y un poco loco o quizás porque me hacía acordar al capítulo de los Simpsons.

Algunos viajeros nos cuentan de cómo la casualidad los llevó a los viajes por esas tierras ignotas como hace alguien que olvida poner nombre a su hoja (¿Raquel?), 

Los dos primeros invasores fueron El libro negro de Giovanni Papinni y El jugador de Stefan Sweig. Creo que tenía doce años cuando papá los dejó encima de la mesa de la cocina. Aclaro que mi viejo no leía pero compraba libros. Pensaba que alguien iba a leerlos. Allí estaban mirándome. Ostentando sus títulos.

o Francisco

Debe usted ingresar por una escalera donde encontrará un volumen de Cuentos breves latinoamericanos, tapa blanda y roja. Regalo del colegio secundario, colegio técnico donde la literatura se redujo a este y otros dos libros. Pero guardo este. Los otros los dejé olvidados en la última mudanza.

En estos encuentros algunos lectores arman perfectas tríadas explicativas difíciles de explicar pero que los constituyen.  Vemos la tríada de Lara

En mi cumpleaños número diez llegó hasta mi uno de mis primeros textos, Momo.
Las aventuras de esta niña a quien le entusiasmaba compartir el tiempo con las personas que la rodeaban me atravesó. Pero la verdad es que en ese momento no pude darme cuente de con qué sutiliza y doble sentido el texto trata cuestiones que ocurren a diario a mi alrededor. Recién hace unos años entendí la tarea de esos hombres grises que quieren robarse el tiempo o el accionar de la tortuga que no camina lento sino que llega cuando tiene que llegar.
El principito fue la obra literaria que me ayudó a sentirme reflejada cuando era niña cuando no se entendían mis dibujos o la forma en que hilaba las conversaciones. Hoy creo que es el libro que más me acompaña en la vida.
Asimismo Alicia en el país de las maravillas creo que es un libro genial, y como los dos primeros no creo que deba ser catalogado de literatura infantil.
Estos tres libros son los barcos que con corrientes aceleradas rodean la isla de textos que voy a nombrar marcando sus disposiciones.

la de Francisco

Como la elección y la ubicación de los textos es, por decirlo de alguna manera, bastante personal, el mapa te servirá más para entenderme a mí que la relación entre los títulos. Si los lees, de seguro encontrarás distintos nexos o ninguno.
En el mapa hay tres islas. En una te encontrarás con El eternauta, en  otra con La vida es sueño, y en la que resta con El río sin orillas. Estos tres textos son faros que en distintos momentos de mi vida, iluminaron otros textos y me marcaron un nuevo camino revelado en la oscuridad.
La vida es sueño me encontró cursando el secundario, descubrí otra forma de contar, una relación entre la historia, la metáfora, la rima, los sentimientos que también eran , de a ratos, los mismos que me mostró por primera vez un texto como un campo de posibilidades, como un lugar donde pasaban cosas además de la trama.

la de Guillermo

En el cuarto de trabajo te vas a encontrar con los libros con los que trabajo todos los días (en realidad con ellos les complico la existencia a mis jóvenes alumnos). En su mayoría son “clásicos” que en otro momento fueron los iniciadores literarios de varias generaciones. /…/
Atravesando el vestíbulo te vas a topar con ejemplares de autores como Manuel Puig, Rodolfo Walsh, José Bianco, Borges, Silvina Ocampo (mi cuentista favorita), Cortázar, Shakespeare y García Márquez entre otros. Esas historias son las que leo por placer. Esos autores son los que me hacen pensar permanentemente en la literatura como un discurso que me atrapa, me seduce todo el tiempo. Allí voy a leerlos y releerlos, y aunque no tenga tiempo (me lo invento)
En el estudio guardo aquellos libros y autores que me formaron, que tuve que leer en las distintas materias y/o que dan respuestas (o no) a mis preocupaciones profesionales.

Otros lectores nos cuentan de sus olvidos de la lectura y sus vueltas de la mano de un libro, como hace Alejandra

Myrna estuvo enojada consigo misma mucho tiempo. Ya nada de lo que más le gustaba hacer le daba placer, entre esas cosas, la lectura. Eso la preocupaba; decidió alejarse, estar en soledad, lloriqueaba mucho, pero advirtió que eso no le servía.
Comenzó a desarmar cajas viejas que contenías pilas de hojas escritas por ella donde citaba armoniosamente los libros que alguna vez oyó o le dijeron que le gustarían. Abrió ese papel amarillento que estaba doblado y dentro de él estaba el título Si una noche de invierno un viajero de Calvino. Le pidió a su amigo Ezequiel, lector voraz, que se lo prestara. Y comenzó el viaje primero con desconfianza y temor porque la asustaba perderse. Perderse en la lectura era para ella síntoma de angustia, de bronca, tener que volver a la página de atrás porque se sentía perdida era un castigo.
Y Calvino la llevó de viaje, le compró el pasaje a todas sus páginas, le dio su mano y se detenían en cada estación, esperaban otro tren, subían continuando el viaje, nunca supo cuántas veces bajóy su subió pero sí cuántos ojos le habían nacido en el alma para no perderse más. Repentinamente Calvino la soltó y Myrna no volvió a perderse en sus lecturas.

o del sello que fueron algunas de sus lecturas como lo hacen Noelia

En el centro también encontramos Veinte poemas de amor y una canción desesperada, en especial el poema veinte (“Puedo escribir los versos más tristes esta noche…”). Solo con escribir el comienzo se me pone la piel de gallina, pero no sé exactamente el por qué. Quizás porque lo leí en un viejo libro de secundaria de mi mamá alguna vez, pero a partir de ahí, lo escribo en la primera página de cada nuevo cuaderno que me compro.

y Pablo

En el mapa, hay también dos islotes destacados. Esos islotes pertenecen a los libros no históricos que me han dejado una excelente imagen de la literatura, uno por su simplicidad y otro por su complejidad, logrando los dos el mismo objetivo: dejarme pensando. Una isla es para la insoportable levedad del ser, de Milan Kundera, y la otra es para el Principito, de Saint Exupery.  

Y volvemos a Barthes y su tipología para cerrar con su tercer tipo de lector: 

Por último hay una tercera aventura de la lectura (llamo aventura a la manera en que el placer se acerca al lector): ésta es, si así puede llamársela, la de la Escritura; la lectura es buena conductora del Deseo de escribir (hoy ya tenemos la seguridad de que existe un placer de la escritura, aunque aún nos resulte muy enigmático); no es en absoluto que queramos escribir forzosamente como el autor cuya lectura nos complace: lo que deseamos es tan sólo el deseo de escribir que el autor ha tenido, es más: deseamos el deseo que el autor ha tenido del lector, mientras escribía, deseamos ese ámame que reside en toda escritura.

Quizás son las nuevas tierras de las que habla Marina en su texto, 

En definitiva, ahora más grande, busca lugar en nuevas tierras, otra vez, aunque tenga que darse cuenta de que tiene que comenzar otra vez por el principio, un instante a la vez.

o el mapa inconcluso del que nos cuenta Aldana, 

Este mapa está inconcluso y yo tengo muchas ganas de seguir viajando.

o el departamento que muestra el representante inmobiliario de Romina
No tendrá la mejor ubicación pero es muy luminoso y tiene posibilidades de reforma.

En el taller de lectura y escritura volveremos sobre estos lectores que aquí estamos armando para pensar en qué pasa cuando leemos y cuando escribimos nuestras lecturas, qué nos dicen los textos entonces y qué hacemos con ellos cuando los pensamos en distintos contextos para decirlos a otros. Al tiempo que leeremos y escribiremos a mansalva, nos detendremos a pensar en esas actividades que quizás ya tenemos tan incorporadas que nos parecen “naturales”, las volveremos del revés para ver, en las bambalinas, qué hacemos cuando leemos y escribimos para intentar conocer más acerca de ellas que es, como dicen muchos de los mapas/planos, una manera más de conocernos y darnos a conocer.

Allá vamos.

Paula
Marzo de 2011

Bibliografía
Barthes, Roland (1976) El susurro del lenguaje, Barcelona, Paidós.
de Certeau, Michel (2000) La invención de lo cotidiano, México, Universidad Iberoamericana.