sábado, 9 de julio de 2011

leer a meret: reseña de en la pausa III

En la pausa: Una digresión silenciosa
                                             
Ser o no ser… famoso
por Franco Speranza

Al encontrarme frente a una autobiografía argentina viene a mí antes que nada un género al que vinculo más con las memorias de hombres de estado o escritores famosos del siglo XIX que con la existencia de este género en nuestros días.

Por ello me asombro al encontrarme con En la pausa  de Diego Meret una autobiografía contemporánea que nos acerca a un personaje de intima empatía.

Diego Meret se encontró con las bases de un concurso literario: Premio Indio Rico de Autobiografía 2008. Este escritor joven, profesor de literatura, aunque no ejerce, gana el primer premio de este certamen, y así logra editar por primera vez un escrito.

Según las bases el autor debía tener menos de 35 años y  el texto, entre 60 y 90 páginas. Estas pautas incluían implícitamente el criterio de lo ficcional, dice Meret en la entrevista dada a alumnos del Profesorado en Literatura de la UNSAM, el 16 de junio del 2011.

De esta manera con Meret podríamos pensar el texto como novela. Pero contra Meret sigamos pensando el concepto autobiográfico. En términos de Philippe Lejeune, en su texto “El pacto autobiográfico” (Revista Anthropos, 29, 1991) “La autobiografía se define a ese nivel global: es un modo de lectura tanto como un tipo de escritura, es un efecto contractual que varía históricamente.”

Me parece por lo tanto interesante comparar dos pactos autobiográficos distintos, que responden a momentos históricos y presencia pública del autor muy distintas. El del General Lucio V. Mansilla (1890) y el de Diego Meret (2008).

El texto de vida del General Mansilla precede y a la vez impregna su literatura. “Quién no conoce a Mansilla”es una frase común a fines de 1880. En tanto aquí debiéramos preguntarnos ¿quién es Meret? ¿Un desconocido que gestiona su propia fama, o aún mejor, la no necesidad de ella para escribir su autobiografía?

Así presenta, en La literatura autobiográfica Argentina, el profesor de literatura Adolfo Prieto, la noción de fama:

“En la infancia del hombre moderno, Burckhardt señaló la aparición de un sustituto al anhelo de seguridad no satisfecha: el culto de la fama. La fama- esa porción de eternidad rescatada al horrible vacío de un tiempo sin objetivos finales- , implicaba, en los esfuerzos por obtenerla, una canalización de tensiones y energías cuyos beneficios inmediatos redundaban en una fuerte exaltación de los valores personales” 

De esta manera podemos pensar a Mansilla, como un constante constructor de su fama; como ejemplo podemos recordar una fotografía artística donde varios Mansillas están sentados alrededor de una mesa hablando. Pero además es un autor que se construye a sí mismo constantemente en su literatura, al tiempo que se queja que la calle Mansilla es en honor de su padre y no de él.

Toda la textualidad de Mansilla es autobiográfica, Una excursión a los indios Ranqueles, Las causeries, Mis memorias. En todas ellas su vida, su personalidad, sus experiencias de viajes, sus experiencias militares y políticas, sus lazos familiares. Son las que se relatan o contestan. Pensando particularmente en Mis memorias encontramos una obra que pretende y logra el supuesto básico de toda autobiografía: la de que revele una vida singular. Se mezclan las vivencias de infancia y adolescencia con opiniones políticas o hechos posteriores al límite del relato. En sus causeries también juega este juego. Sus mejores herramientas para combatir el aburrimiento de sus lectores y el suyo propio, como lo afirman los profesores Cristina Iglesias Y Julio Schvartzman  en su libro Horror al vacío y otras charlas

Desde aquí podemos pensar algunas similitudes, pausas y las digresiones parecen apuntar al mismo propósito de combatir el aburrimiento, como estrategia literaria. Mansilla y Meret escriben y describen sus formas de escribir. Delatan su placer por la literatura, la necesidad de escribir sobre sus maneras de escribir y leer. 

En Meret encontraran un capitulo llamado “El escritor” en el que describe el porqué de su deseo y forma de escribir. Además percibe en la escritura un movimiento. Siente que abandona la pausa. Siente la necesidad imperiosa de escribir aunque más no sea media página al día.

Del mismo modo Mansilla posee una causerie llamada “De cómo el hambre me hizo escritor” donde narra el paso de su yo lector a un yo escritor. 

“Poco a poco, algo fue trazando la torpe mano; borraba más de lo que quedaba legible. Tenía que describir lo que no había visto: la navegación de lo innavegable; de lo que era peor, lo que había visto, lo innavegable de la navegación, y sólo me asaltaban en tropel recuerdos de la China y de la India, de la Arabia pétrea y del Egipto, de Delhi, de El Cairo y de Constantinopla; no veía sino desierto en todo, pero desierto sin fantásticas Fata Morganas siquiera, y todo al revés, dado vuelta.” (Horror al vacío y otras charlas. Cristina Iglesias, Julio Schvartzman. Editorial Biblos. 1995. Pág.76)

Dos temas se abren. Por un lado le piden que escriba, él está de viaje en Santa Fe y está corto de fondos y le ofrecen escribir para un diario sobre una regata que se efectuaría en el Paraná pero el río está muy bajo y es puro barro. Aún así el escribe ese texto haciendo verosímil el evento. Mansilla lucha con la idea de verdad en sus textos. Pondera que aquello que cuenta es cierto aunque no desconoce que en parte lo relatado tiene algo de ficticio. Dirá entonces del lector: 

“Aquí, y en todas partes, lo mismo en los tiempos antiguos que en los modernos, el público ha sido, es y será muy curioso. Su curiosidad sólo es comparable a su credulidad, de manera que el número de impresiones que necesita engullir debe computarse, en gran parte, por la suma de mentiras que tiene que digerir” (Horror al vacío y otras charlas. Cristina Iglesias, Julio Schvartzman. Editorial Biblos 1995. Pág. 25)

En tanto Meret dirá:

“No se me ocurre, en el marco de una escritura vivencial, qué sería capaz de contar sin caer en la reelaboración de mi vida a través de la escritura”. (Pág.16)

El segundo tema abierto es la concepción espacial. Meret piensa en un baldío, un espacio donde puede alojar su pasado. En Mansilla el pasado atraviesa los continentes y los abarca a todos. Mansilla es un personaje en perpetuo movimiento, Meret un personaje inanimado.

Entre las similitudes más importantes se ubica el desorden de los capítulos. En Meret la cronología no estructura el texto, por el contrario es una invitación a leer la novela en varias direcciones. Y esto recuerda al folletín, a esas causeríes de Mansilla llenas de digresiones, verdaderas pausas en la lógica de un texto, que llevaban al autor a contar otra historia dentro del relato original. También en su autobiografía se sostiene ese desorden cronológico. 

Otra estrategia compartida es el humor, Mansilla desparrama comentarios pícaros como pinceladas precisas. Del mismo modo Meret cuenta sus chismes con humor, como en el capitulo “Gol de nadie”. Incluso declara en la charla abierta antes mencionada: “Editar una autobiografía como primer texto me causaba gracia”, el humor estaba instalado en el principio del proyecto mismo.

Los textos de Mansilla y En la pausa de Meret se dedican al chisme o anécdota como lo dice su autor en la citada entrevista: “El chisme se acentúa en el texto autobiográfico, pero para que el chisme funcione hay que ver como se lo relata, contando literalmente algo o buscando otra manera.” En Mansilla se esperan los chismes de una familia prestigiosa, del General Mansilla (padre), de su tío materno Juan Manuel de Rosas. De sus amigos políticos y de sus enemigos políticos. Hace de sus memorias un cuadro que muestra toda la tradición nacional que se va forjando. Así podemos pensar que hay cierto intento de verosimilitud en Mansilla, puesto que quiere dejar una impronta o una fama familiar y personal determinada. 

En cambio en Meret el chisme apunta a esos pequeñas anécdotas familiares, de esas de las que se habla de vez en cuando con ciertas emociones encontradas e incómodas, como en el capitulo “Travesti” de su novela. Y dirá también en la entrevista: “No opté por lo verosímil, contar una vida no puede ser verosímil” así la anécdota del libro comprado por su madre nos dice: “Incluso, y aunque admito que estoy dándole paso a una mentira, recuerdo la vez que mi madre lo compró” (Pág.9) Entonces la estrategia será: “Buscar lo más pequeño que pueda explicar al personaje” como nos dice en la entrevista.

Ahora bien más allá de las similitudes o diferencias, el género está presente reinventando nuevos contratos con el lector. El propio Meret que reconoce al ser entrevistado: “Mi relación con la literatura es la de un lector enloquecido”, se confiesa también como lector de blog, y de libros que circulan en internet. Confirma que su texto está en sintonía con una edición en blog, que guarda a su vez enormes similitudes con los folletines o mejor aún causeries de Mansilla.

Finalmente creo que las pausas de Meret son digresiones silenciosas, espacios en blanco que también cuentan algo, una instancia que por repetida toma un énfasis particular. Y así como Lucio V. Mansilla se permite incluir lo mejor de su pensamiento en esas digresiones, Diego Meret logra novelar su pausa, su hoja en blanco y llenarla de significado.

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