sábado, 9 de julio de 2011

leer a meret: reseña de en la pausa IV

Pequeño curso intensivo para leer autobiografías ignotas, desconocidas e incompletas y no claudicar en el intento 
por Damián Fidalgo
     Novelas románticas, novelas negras, de suspenso, de ficción, no ficción, novelas históricas, de filosofía, fantásticas, etc. Cuando nos proponemos entrar en alguna aventura literaria rara vez nos cuestionamos como leerlo. Y quizás una de las razones sea que no lo necesitamos (el propio libro nos lo dice). Con las novelas y sus distintos géneros hacemos un pacto de ficción, o con los libros históricos queremos informarnos de algún hecho histórico. Pero con las autobiografías ocurre algo novedoso. Supuestamente estamos leyendo la vida del autor, de la persona que la escribió. Hasta aquí no sucede nada extraordinario, pero  ¿qué pasa con una autobiografía en la cual no conocemos nada del autor? ¿Cómo hacemos para leerla como una autobiografía? Con En la pausa de Diego Meret nos ocurre eso. Claro que no nos podríamos preguntar nada y simplemente leerlo, como un libro de ficción, por ejemplo, y cumpliría con éxito su propósito. Pero en esta reseña queremos dar algunos indicios que nos permitirán leer el libro de Diego Meret como lo que es: una autobiografía.
    A medida que nos adentramos en En la pausa nos encontramos que hay escasos datos del autor. Sólo sabemos que trabajó en una fábrica textil (coincidiendo con el narrador, que también trabajó en el mismo rubro); que es ganador del premio Indio Rico de autobiografía 2008 (con María Moreno, Ricardo Piglia y Edgardo Cozarinsky como jurados); que asiste a un taller de Alberto Laiseca; y que aparece en una colección de poesía y ficción latinoamericana de la editorial Mansalva (aportando más confusión a la autobiografía). Tampoco tenemos referencias fuera del texto que nos permita hacer un pacto autobiográfico, al modo que explica Lejeune[1], para que de ese modo sepamos que estamos leyendo la vida del autor (Diego Meret no es una figura conocida). Es decir, hay una total falta de certezas, tanto fuera como en el relato mismo. Pero lo que sí abundan en el texto son los detalles. Y en estos dos puntos nos vamos a apoyar para llevar a cabo nuestro cometido.
    Inicialmente debemos aclarar la diferencia entre lo que es “Real” y los que es Verosímil. Se suele asociar lo “real” a lo “concreto”, a lo “objetivo”. Y es el realismo la corriente que reclama esta premisa. Cuando leemos un texto realista o de realismo “creemos” leer lo “real”. Sin embargo, nuestro énfasis está en el de “creer” leer lo “real objetivo”, ya que esto es imposible. La descripción realista tiene una fuerte carga subjetiva de la que no puede desprenderse. Según René Wellek, si el realismo es la “representación objetiva de la realidad social contemporánea”[2], esta definición no puede lograr lo que se propone. El realismo es un discurso presionado, no puede ser representado objetivamente. En consecuencia, ya no leemos algo “real” (algo que pasó, un hecho histórico) cuando leemos un texto realista sino que leemos una perspectiva estilística y artística: basta con que sea verosímil en su enunciación para que sea “realista”. Y lo verosímil, en el realismo, se consigue incorporando al texto elementos referentes de la “realidad” (detalles).
     ¿Cómo hacemos para buscar lo verosímil en En la pausa de Meret?  Ya dijimos que el texto está lleno de detalles pero ninguna certeza. Bien, según Roland Barthes, estos detalles (que en un estudio estructuralista serían catalogados de “relleno” o catálisis), en el realismo, toman un nuevo significado: “lo ‘real’ se transforma aquí en significado de connotación; puesto que en el mismo momento en que se considera que estos detalles denotan directamente lo real, sin decirlo, no hacen sino significarlo[3]. En otras palabras estos detalles se apropian de un nuevo significado dentro del realismo: “producen un efecto de lo real”[4], como dice Barthes, y le dan al texto una nueva verosimilitud. En resumen, lo verosímil del texto nos es dado por los detalles, sin olvidarnos que seguimos hablando de una estética textual.
     En En la Pausa de Diego Meret ocurre lo mismo con la falta de certezas. La falta de certezas es el detalle.  En cualquier otro género esta falta de certezas atentaría contra la verosimilitud del texto. Por ejemplo, en un texto histórico sería inadmisible la falta de certezas, incluso en una biografía que supone una investigación y un punto de vista argumentado. En cambio en una autobiografía lo que se cuenta es la propia vida a través de los recuerdos. Y esa visión que uno tiene de los recuerdos, nada tienen que ver con lo “real”, con lo que pasó realmente. Es decir que los recuerdos no son certezas de lo ocurrido, sino imágenes distorsionadas del pasado. Al igual que con los detalles en el Realismo, la falta de certezas (el detalle en Meret) que tienen los recuerdos toman una nueva significación: producen un efecto de lo real, de lo que “realmente pasó”, según la visión del narrador. Nosotros, al no conocer a Meret, ni tener información de él fuera del texto, intentamos apoyar el pacto autobiográfico dentro del texto: la falta de certezas en los recuerdos, el detalle en Meret, nos permite leerlo como verosímil y así consumar el pacto autobiográfico.
     Esta premisa nos lleva a otra cuestión: ¿se puede inventar una autobiografía? Claro que se puede. Desde el momento en que esos recuerdos, mejor dicho esa visión distorsionada de los recuerdos, pasan por la escritura inevitablemente tienden a ficcionalizarse. Con esta nueva deducción podría surgir otra pregunta: ¿puede, la autobiografía, ser un mundo ficcional? Aquí también la falta de certezas nos proporciona la posibilidad de lograrlo. El mundo ficcional es un mundo incompleto que el lector debe completar: “el texto opera solamente como un esquema de potencialidades a rellenar. El acto de lectura es el que realiza, concretiza, la obra de arte y, también, la imagen o mundo experimentado en la ficción”[5]. Una vez que, nosotros los lectores, nos sumergimos en la autobiografía y la “creemos real” (como también nos “creemos” cualquier tipo de historia fantástica que leemos), esa autobiografía es ficcional. Por eso poco importa que Diego Meret haya inventado su autobiografía[6].
     En la pausa de Diego Meret propone un juego muy interesante al escondernos datos referenciales, a su falta de certezas. Este texto “perezoso o económico” (como lo podría catalogar Umberto Eco)[7] nos moviliza cómo lectores y nos llena de preguntas y cuestiones. En esta reseña tratamos de proporcionar algunas respuestas y llenar algunos de los huecos que genera. Sí, este texto “perezoso” de tan sólo 76 páginas y escasas certezas nos saca de “La pausa” como lectores y nos impulsa a sumas lecturas e interpretaciones; la certeza de un muy buen libro se vislumbra en nuestras lecturas.


[1]La autobiografía se define por algo exterior al texto, no por un parecido inverificable con la persona real, sino por el tipo de lectura que engendra, la creencia que origina, y que se da a leer en el texto crítico”(Philippe Leujene, El pacto autobiográfico, París, Seuil, 1975)
[2] René Wellek, Historia literaria, Problemas y conceptos, Barcelona, Laia, 1983, pág. 217
[3] Barthes, Roland [1982] "El efecto de lo Real" en Lukaes, George y otros, Polémica sobre el realismo, Barcelona, Buenos Aires
[4] Idem cita 2
[5]José María Pozuelo Yvancos, Poética de la ficción, Madrid: Síntesis, 1993
[6] Como comentó Diego Meret en la entrevista hecha por los alumnos de la Unsam el 12/01/11 en el teatro Tornavía
[7] Umberto Eco, Lector in fabula. La cooperación interpretativa en el texto narrativo, Barcelona, Lumen, 1979, Pág. 76

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