sábado, 23 de julio de 2011

noelia: cuentos en la plaza


Recuerdo esperar ansiosa las tardes de invierno para ir a la placita de la estación de San Justo con mi abuela a ver pasar los trenes.

Mi hermana iba al jardín pero mi mamá había decidido que yo no comenzaría hasta cumplir los cuatro años por lo que, sola en mi casa, me aburría bastante. Mi abuela venía por la tarde y me llevaba a pasear a la plaza situada a dos cuadras de mi casa.

Allí jugábamos en la arena, las hamacas, o simplemente nos quedábamos observando a nuestro alrededor: muy poco pasto, escasez de árboles, algunos juegos destartalados, parejas sentadas en los bancos descoloridos , hacían juego con el mal estado de los trenes que iban y venían.
Pero todo eso no parecía importarnos.
Cuando el tren llegaba a la estación, a ella le gustaba inventar historias sobre las personas que descendían.
La recuerdo sentada en uno de esos bancos, con su tapado de piel, y las más finas joyas que yo jamás había visto en otra persona.
Fijaba sus ojos verdes sobre los míos y comenzaba su relato: imaginaba que venían de trabajar de una fábrica, o una oficina quizás; quién los estaría esperando en sus casas o qué comerían esa noche.
Me daba uno de esos caramelo de frutilla que siempre tenía en la cartera y volvíamos a mi casa,

Hoy, habiendo conocido muchas otras plazas, me doy cuenta que es la más descuidada y triste de todas las plazas que visité pero en ese momento la veía muy diferente.

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